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Los cuidados paliativos, un camino por recorrer

La Organización Mundial de la Salud define los cuidados paliativos como el enfoque que mejora la calidad de vida de pacientes y familias que se enfrentan a problemas asociados con enfermedades amenazantes para la vida, a través de la prevención y alivio del sufrimiento, por medio de la identificación temprana e impecable evaluación y tratamiento del dolor y otros problemas físicos, psicológicos y espirituales.
 
Las intervenciones médicas, basadas en la patología orgánica y en la curación de la enfermedad, van transformándose en intervenciones integrales de conservación y mejora de la salud y paliación del dolor y del sufrimiento. Se trata de un cambio de paradigma en el que se le da la misma importancia a curar y a cuidar, respetando en todo momento la dignidad de la persona y su derecho a tomar sus propias decisiones.
 
En los cuidados paliativos es la persona, y no la enfermedad, la que constituye el núcleo de atención
 
Aunque la medicina pueda paliar el dolor,es imposible eliminar la angustia y el sufrimiento que conlleva la pérdida de un ser querido y los difíciles momentos que se viven cuando se acerca el final, tanto para el enfermo como para la familia.
 
A nivel teórico, podemos definir el sufrimiento como el balance negativo de la percepción de amenazas y recursos ante una circunstancia. Cuanto más amenazadora es una situación y menor nuestra percepción de control nos provoca mayor sufrimiento. Ciertamente percibir que la muerte está cerca es una experiencia novedosa, a la que las personas nos enfrentamos una sola vez en la vida y para la que carecemos de recursos. El  sufrimiento es inevitable, pero los cuidados paliativos tienen mucho por hacer para que las personas en esa fase encuentren el apoyo necesario a todos los niveles para encontrar la serenidad y la paz que necesitan.
 
La muerte es una realidad que forma parte de la vida a la que la medicina se enfrenta cada día. En la etapa final de la vida, los profesionales de la sanidad deben poner el énfasis en cuidar más que en curar y para ello se requiere de la intervención de equipos multidisciplinares para atender de manera fluida  todas las necesidades del paciente y su familia, físicas, psicológicas, sociales y espirituales. En esta fase todos juegan un papel igual de protagonista, porque el enfermo necesita respuesta a sus molestias físicas pero otras mucha cuestiones que le producen angustia. En esta etapa aparecen todo tipo de miedos, miedo al dolor, miedo a nuevos síntomas, a perder el control, a la soledad, a morir sufriendo, a no despertar, a lo desconocido, a cómo va a seguir adelante su familia…
 
Resulta una paradoja que la medicina, que se ha volcado en la especialización de sus profesionales, no haya previsto formación específica para esta “etapa” de la enfermedad, que requiere de unos conocimientos muy específicos en la intervención más humana. ¿Será porque parece que ya no queda nada por hacer?
 
Desde aquí la reivindicación ética sobre la necesidad de proveer el sistema sanitario de profesionales formados en cuidados paliativos que dominen, además de sus especialidades, las estrategias y habilidades necesarias para atender a personas en situaciones de extremo sufrimiento. Profesionales que sean capaces de conseguir que el paciente viva este momento con el menor número de molestias, en un ambiente relajado y que se sienta acompañado y escuchado hasta el final. Para ello no basta con el sentido común o con una carrera profesional exitosa, es necesaria la formación específica, dominar la comunicación, que el sistema provea de los equipos multidisciplinares y de los modelos de intervención para una fase de la enfermedad en la que el final lo conocemos de antemano, pero hay mucho por hacer para recorrer ese camino.
 
Cristina Carbonell Zaragoza
Psicóloga

 
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